Una novela de misterio ambientada en Valladolid

Con motivo de la Feria del Libro, el paseo de la Acera de Recoletos se puebla de casetas, representando a editoriales, libreros y autores.

Desde que empezamos a publicar los relatos de Leopoldo La Pluie, algunos autores vallisoletanos nos han pedido que les ayudemos con motivo de la feria del libro.

Empezamos con Angel Maria Gonzalez Alfonso, un escritor autóctono, que estará firmando ejemplares de su primera novela, de la cual nos deja esta presentacion, en la caseta de Oletvm en el Paseo del Campo Grande, el Viernes 6 a las 18:00.

El manuscrito de Homero”

Una novela de misterio ambientada en Valladolid

Me costó convencer a mi amigo: no puede ser; no puede existir una novela de misterio ambientada en una ciudad como Valladolid.

-¿Os imagináis una novela de misterio…ambientada en Valladolid? –decía, casi riéndose.

Hasta que leyó “El manuscrito de Homero”, mi primera novela. ¿Acaso las novelas de misterio sólo pueden estar ambientadas en ciudades como Nueva Cork, o en Tokio, o en Madrid… o en parajes extraños, sin nombre?

Valladolid también merece una novela de misterio. Una no, muchas. La aventura puede comenzar en cualquier sitio. Para convertirse en el protagonista de una intriga policíaca no hace falta ser de Nueva York o de Chicago, o de París, o de un lugar de esos de relumbrón; basta con encontrarse en el lugar adecuado en el momento oportuno.

¿Acaso creía Daniel Cuadrado, estudiante vallisoletano, que en el aburrido departamento de Historia Moderna de la Universidad de Valladolid iba a comenzar una aventura que cambiaría su vida para siempre?

¿Y cómo iba a pensar el muchacho que sería un achacoso anciano quien le iba a poner sobre la pista de…? ¿Un tesoro, tal vez?

La aventura puede comenzar en cualquier parte; sólo hace falta dejarse guiar por el deseo de salir de la rutina.

Escribí la historia porque un día quise poner en práctica esa frase tan famosa que dice: “¿qué pasaría si…?”

¿Qué pasaría si un estudiante como Daniel Cuadrado, un chico normal de nuestros días, se encontrara con un extraño manuscrito de la Odisea, el que le dejó el anciano en el Departamento? Algo que le iba a expulsar de su cómoda rutina.

En ese momento yo era Daniel, y estaba aburrido: igual que Daniel, detestaba la rutina en la que me había instalado desde que salí de la facultad y comencé a preparar oposiciones. No hay nada como querer preparar una oposición para que la mente insista en divagar y la conciencia construya un mundo casi siempre más divertido que el real. ¿Son esos mundos imaginarios menos reales sólo porque no puedan tocarse?

Entonces comencé a escribir; mientras llenaba páginas sabía que la peripecia de Daniel había esperado mucho tiempo a que alguien la sacara de ese lugar donde están los libros que aún no han sido escritos.

Y, sí, el protagonista era un muchachito de Valladolid, tal vez algún compañero de estudios que pasó cerca de mí muchas veces. Quizá también más de una vez me crucé con el anciano que encontró el manuscrito; ¿quién sabe dónde andaba yo aquella lluviosa tarde de viernes, víspera del puente de Carnaval, cuando empezó todo…

Para finalizar Carlos Malillos Rodriguez, nos escribe este prologo de su inminente novela:

“…Me asomo por primera vez a este blog de Taxiolid con el deseo de ofreceros una primicia de la novela que estoy escribiendo, cuyo nombre todavía está por concretar, pero cuyo argumento está inspirado en las vacaciones que disfruté en un pueblecito de Zamora, rayano con Salamanca, a finales de los años cincuenta.

Por supuesto que los personajes nada tienen que ver con la realidad y los episodios están fabulados aunque contienen vivencias que tuve y aún recuerdo, edulcoradas con el paso del tiempo. La novela está escrita en primera persona y tiene como protagonista a mi supuesto primo Jeremías, un muchacho agobiado en su pobreza que intenta enseñarme en el corto periodo del mes de vacaciones, su peculiar forma de vida para que: “de una vez por todas llegue a madurar y me desprenda de la pátina de capitalino que me impregna”.

En la novela aparecen otros personajes: mi padre, autoritario, mi madre sumisa y cariñosa, el tío borracho, el abuelo enfermo, el cura… Cada uno de ellos responde a un estereotipo y expresa la manera de afrontar la realidad vital desde distintas ópticas.

A modo de aperitivo os envío el prólogo…

PRÓLOGO

Sé que cuando estas líneas vean la luz, tú, mi querido Jeremías, impaciente, desde la otra orilla desearás contactar conmigo. La muerte, infatigable visitante de todos los barrios de la Tierra, ha acudido solícita a tu llamada en Seine et Oise, y desde este acomodado rincón parisino te ha transportado a la región donde los sueños insatisfechos de esta vida, por fin se realizan. Creo que ha llegado el momento de recordar las vivencias que compartimos, otrora vivas y descarnadas y ahora doradas de nostalgia. Intentaré despojarme de toda vanidad estéril y de cualquier atisbo de insinceridad. Quiero ser como tú, espíritu puro, y revivir todo lo que dio de sí un verano repleto de experiencias novedosas para nuestros cuerpos de recién estrenada adolescencia. Seguro que no sabré transmitir toda la gama de sentimientos con la intensidad vivida en su momento y mucho me temo que en ocasiones la falta de memoria sea reemplazada por el deseo de lo que quise que pasara y en realidad no ocurrió. Espero que sepas disculparme, y con la misma paciencia de la que hacías gala, vayas tachando o añadiendo lo que creas oportuno en mi relato. Dentro de algún tiempo estaré en condiciones de releer contigo un único ejemplar por ti corregido, y riéndonos, juntos evocaremos las inocentes peripecias, las fatigas pasadas y también la importancia que dábamos a los acontecimientos cotidianos, convertidos al correr de los años en “verdura de las eras”.

Quiero pedirte también, no invoques mi presencia con premura. Sólo eras tres años mayor que yo y cuando pienso en esta circunstancia y en la fría estadística, siento que un temblor me paraliza el cuerpo y me distorsiona la mente. Con mis setenta y cinco años cumplidos desearía ver lejano mi final, encontrarme seguro y ágil, casi tanto como cuando de niño, apartando los juncos con las manos, saltaba de piedra en piedra hasta atravesar el regato, ¿lo recuerdas? Y como esto ya no es posible, tu ayuda virtual se me hace necesaria para superar los achaques de la edad que convierten las piedras en montañas y los regatos en océanos. Como siempre, cuento con tu ayuda…”

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